Ventisca de odio
Nubes de grises acuchillaron un día ardoroso; una débil lluvia se coronó al llegar la muerte de la tarde. Ante este retrato, nos enfilamos al Circo Volador donde se presentaron Tsjuder y Velomic. Dilemma nos dio la oportunidad de ver a la banda noruega para los que no asistimos al México Metal Fest.
Arribamos al vetusto inmueble. Una llovizna persistía en los alrededores como un ligero manto. Observamos a los primeros asistentes que aguardaban el acceso. Seguidamente, a las 7:30 ingresamos al lobby del recinto; compramos la primera cerveza y nos instalamos para aguadar la ventisca. Poco a poco el lugar fue ocupado por sombras que mostraban rostros emocionados.
En punto de las 8:00, tambores de guerra retumbaron como el eco un pasado glorioso; asimismo, la muerte asomó su cara y comenzó a danzar junto a unos guerreros que tomaron sus posiciones en el escenario. Velomic asió el Circo Volador; lo convirtió en su templo.
La agrupación se plantó en pie de guerra y junto a ellos la victoria en piel de mujer bailó con elegancia. Al mismo tiempo, riffs despuntaron como lanzas al toque marcial de la batería; por consiguiente, puños se alzaron como apoyo a los guerreros y las melenas azotaron con entusiasmo. Como la dura obsidiana, Velomic golpeó sin tregua y dejó en claro que su mensaje es no olvidar las memorables raíces que viven en nuestras venas. Los guerreros se llevaron el aplauso del triunfo.
La noche parecía enfriarse como el presagio de lo que venía. A las 9:50 una luz azul destelló como la escarcha. Los primeros acordes abrieron la puerta del demonio; Tsjuder apareció como un viento infernal; como resultado, los cuernos poblaron la oscuridad.
Miedos primitivos emergieron de la piel por el efecto de unas guitarras tajantes; además, la violencia se encumbró en cada mosh mientras los gritos del público convocaban al Caído. De manera posterior, resplandores escarlatas relucieron como sangre derramada y una voz cavernosa trajo consigo a una criatura devoradora de carne que reptaba entre el bajo y la guitarra.
La noche siguió su andanza al ritmo de una batería que golpeó con la fuerza de un gigante helado, un bajo y una guitarra que demolieron todo lo que se atravesaba en su camino. Ante este pandemonio, el nombre de Tsjuder fue un eco que anegó todo el edificio. La banda se mostró como un tirano que sin clemencia hacía alarde de una ejecución endemoniada; como resultado, el público estaba embebido en la demencia y sin claudicar.
La tempestad se erigió en su punto clave; en consecuencia, el espíritu de una condesa sangrienta pidió su sacrificio; la masa enloqueció. Por otro lado, el odio crecía como una ventisca indomable, así que los noruegos lanzaron el soplido final como si fuesen una tropa de la muerte para terminar con un ataque que arrasó toda la vida. De una manera contundente, la agrupación se despidió de tierras mexicanas.
En suma, Velomic nos entregó una heroica presentación que nos llevó a un viaje de introspección. Por otro lado, Tsujder nos brindó una tormenta de acero negro de la más alta calidad. Sin duda, una noche épica para los seguidores del black metal.
Agradecemos todas las atenciones de Dilemma.