La Sombra Sobre Howard (Biografía novelada de H.P. Lovecraft) por Marqués de Montecristo

La Sombra sobre Howard

1890 parecía haber sido una época maravillosa para nacer en la vieja Providence, criado por mi madre y su familia más cercana, siempre a la sombra de la misteriosa muerte de mi padre, que cayó enfermo cuando yo sólo tenía tres años y que finalmente murió después de cinco años de cuidados hospitalarios. La causa de la que trataron de convencerme, condiciones comatosas y parálisis; un niño de ocho no puede entender mucho al respecto, más allá de discernir alguna especie de desconocidas aflicciones de la mente. Entonces lo creí, sin mayor escepticismo del que me podían dar los escasos conocimientos de ciencias ocultas, obtenidos por haber leído precozmente los arábigos relatos de “Las Mil y Una Noches” o los mensajes ocultos en las obras de Homero. Entonces lo creí, ahora no estoy tan seguro, ahora tengo mis dudas y tal vez algo más.

Ahora creo, después de tanto tiempo y de todo lo que he visto y aprendido, que no existen las casualidades; que toda existencia está influenciada por fuerzas que no podríamos comprender.

Desde muy temprana edad, mi precaria salud no me permitía tener una rutina común y solo asistía esporádicamente al colegio. Esto no representaba de ninguna manera un impedimento en mi voraz búsqueda de conocimiento; por iniciativa propia devoraba textos variados y justo después de la muerte de mi padre, ya estaba versado en Química, la nueva Alquimia, así como en Astronomía. Este interés nato en la acumulación de sabiduría era alimentado y complementado por mi abuelo, quien era capaz de llevarme con él a recorrer extraños mundos ocultos y aventurarnos en increíbles escenas de fantasía y misterio, sus relatos solían ser tan vívidos y detallados que realmente parecía que hubiera pisado esas tierras perdidas.

No logro precisar el momento exacto en que empecé a sentir esa presencia, a escuchar esa voz, a tener revelaciones oníricas, pero antes de cumplir los diez años ya conocía al tristemente célebre poeta de Saná, al viejo árabe que llamaron enloquecido, al mismo que algún día caminó por el fondo del mar y fue capaz de descifrar enigmas ancestrales, aquél que fue muerto en Damasco por una entidad sin nombre, forma o color, aquel que en vida usaba el nombre de Abdul Alhazred.

Aunque yo era aún joven, había adquirido un acervo de saber prominente y conjuntamente una gran cautela; pronto entendí que mis padecimientos constantes, algo que los médicos atribuían a problemas psico-patológicos, no eran más que una capacidad única para ver lo que otros no podían, para entender lo que otros ni siquiera podrían imaginar, y entonces, tenía que encontrar la manera de que nadie pudiera notarlo, comenzaba el engaño. En ese tiempo, ya pensaba que la enfermedad de mi padre no había sido casualidad, sino que al igual que yo, tenía el poder del entendimiento más allá de lo terrenal y muy seguramente, al igual que a mí, lo visitaban seres misteriosos poseedores de secretos tan viejos que no podrían medirse en nuestra escala temporal. De esta forma, maquiné un plan para evadir las arcaicas prácticas de la medicina y logré proseguir con mis investigaciones hasta casi mi edad adulta.

Un domingo, recuerdo claramente la fecha, 27 de marzo, cuando estaba a unos meses de cumplir los 24 años, la vida se encargó de asestar otro duro golpe contra mí. Mi abuelo, Whipple Van Buren Phillips, quién otrora fuera mi mentor y protector, quién me condujo con mano firme desde temprana edad por la senda de la imaginación, sucumbía ante un ataque de parálisis. Mi madre, devastada, perdió el control de sí llevándonos prácticamente a la ruina. Perdimos nuestro hogar y el único lugar que pudimos pagar fue un pequeño cuarto en una colonia marginal. Ella nunca se recuperó del todo y arremetió brutalmente contra mí, acusándome de sus desgracias, de sus pérdidas, de su dolor.

No pude más con esa situación de acoso y pobreza, sólo pude escapar, sólo me dejé llevar por aquello que había mantenido controlado hasta entonces, cerré los ojos, abrí mi mente y los dejé entrar; penetraron en mi mundo desaforados, seres de otras dimensiones, seres de otros tiempos y aún cosas que no estaba seguro de que fueran seres, figuras que no comprendía, colores incapaces de ser descritos por ningún lenguaje conocido, comencé a sentir el tiempo de una manera distinta, casi tangible, casi moldeable, aplastando mi todavía joven conciencia violentamente. Obscuridad.

Lo siguiente que recuerdo con claridad fueron las historias de personas cercanas, describiendo mis acciones erráticas, hablando en idiomas extraños, hablando de seres que sólo podían haber salido de la imaginación retorcida de algún enfermo mental. Fui débil, lo perdí todo, no pude graduarme y así se escapó de entre mis manos la única oportunidad que tenía de ingresar a la Universidad. Todos pensaron que la presión me había llevado a un colapso nervioso y que mi frágil ser se había derrumbado. El mundo inventa mentiras cuando tragarse la verdad es imposible.

De alguna manera logré reponerme e ir sobreviviendo milagrosamente con el dinero de los ensayos que lograba publicar en revistas, tratando de rebajar al mínimo los conocimientos que compartía, aunque a veces me enfrascaba en calurosas discusiones con simios amaestrados que se hacían llamar a si mismos “científicos”. Mi último refugio, la poesía, que también podía publicar a veces, pero que no redituaba mucho.

Mi madre fue presa de su pérdida de control y tuvo que ser internada, en ese punto yo sabía que todos a mi alrededor tendían a padecer de sus facultades mentales, ahora estoy seguro de que aquello que me perseguía era capaz de afectarlos hasta el punto de la locura. Dos años después, entre delirios y agónico dolor, murió en esa cama hedionda del hospital Butler. Los médicos atribuyeron su deceso a complicaciones de una operación, pero yo sabía la verdad, ese terror de más allá de esta dimensión, que llevaba sobre mí a todas partes, en todo momento, ese horror impronunciable había acabado con ella.

Mi corazón: destrozado, mi vida: a la deriva, sin sueños, sin anhelos, sin salida.

De alguna forma logré salir adelante, asistí a un evento periodístico en Boston; fue ahí donde la vi, Sonia Haft Greene. Ella era como un ángel, sus pasos apenas rozaban el suelo al caminar, su piel clara y esos hermosos ojos que resplandecían con un brillo sin igual debajo de un elegante tocado de plumas. Entonces, todas las voces se callaron, esa cacofonía constante en mi cabeza cesó, por primera vez en muchos años pude sentir algo que casi había olvidado, paz.

No importaba nada, me dejé ir sobre ella, enamorándola cual caballero medieval en misión divina, escribiéndole poemas, sorprendiéndola con regalos; sin ceder terreno, sin rendirme jamás, hasta que lo conseguí, inmensamente feliz de que las tácticas funcionaran y de haber logrado mi cometido.

Nos casamos una bella mañana de marzo e invitamos a la ceremonia únicamente a los más allegados a nosotros. Nos mudamos, juntos, a su departamento, en Nueva York; llenos de esperanza y con un brillante futuro por delante, ella con una afamada tienda de sombreros, bastante bien ubicada, por cierto, y yo, publicando historias para la revista “Weird Tales”, actividad en extremo sencilla para mí, solo hacía falta recordar alguna de las terribles historias que las voces gritaron en mi cabeza hacía algún tiempo. No podía estar más feliz.

Pero queridos amigos, esto no es una historia de amor, ni un cuento rosa, eventualmente todo lo que fue capaz de callarse mientras estaba concentrado en mi amor hacia Sonia, regresó, y regresó con más fuerza que nunca, la tienda cayó en crisis y Sonia tuvo que cerrarla, su salud empezó a decaer y tuvo que ser internada, yo buscaba desesperadamente un trabajo estable, pero no tenía ninguna idea de cómo hacerlo, toda mi vida me había dedicado a estudiar y escribir, estudiar y escribir, estudiar y …. Maldije todo aquello que me acosaba desde que nací, una y otra vez lo maldije, porque entonces me arrebataron lo único que había querido en este mundo, a la única persona que le había dado paz a mi existencia, a la mujer que amaba.

Quedé aislado en medio de la nada, en una tierra enferma llena de “extranjeros”, llegué a la conclusión de que mi destino se manifestaba, una vez más, pero no iba a permitirlo, de ninguna manera, no me arrebatarían a Sonia como me quitaron a mi padre, a mi abuelo, incluso a mi madre. Hice lo único que podía, regresé a Providence, mi limpia y añorada ciudad. Triste, muy triste, pero convencido de que la única manera de proteger a mi amada era alejándome de ella.

Nuestro matrimonio se anuló oficialmente en 1929.

Lo que estaba a punto de hacer cambiaría el rumbo de mi vida para siempre, decidí cambiar de rol en esta historia, dejaría de ser la presa y me convertiría en el cazador, uno por uno los perseguiría y los atraparía de la única forma posible, en historias. Volví la mirada, preparé mi oficina, máquina de escribir, papel y valor, mucho valor.

Howard Phillips Lovecraft, escribió sus historias más impresionantes y trascendentes después de 1930, “La llamada de Cthulhu”, “En las montañas de la Locura”, “El que susurra en la oscuridad”, “La sombra sobre Innsmouth”, sin embargo, la sombra que siempre lo acompañó se cernió implacable sobre él, perdió prácticamente a toda su familia restante, sus historias se volvieron muy complejas y difíciles de vender y pasó sus últimos días entre terribles dolores derivados de las complicaciones de un cáncer intestinal que finalmente le produciría la muerte el quince de Marzo de 1937.

Gracias a la “cercana” amistad que mantenía por correspondencia con otros escritores, su trabajo fue organizado y publicado formalmente en libros, preservando así su legado para volverse parte de la historia, cautivándonos y mostrándonos las posibilidades de mundos infinitos más allá del nuestro.

Lo que acaban de leer fue un tributo personal hacia el gran maestro del terror cósmico, que ha sido cómo un maestro para mí, atravesando las barreras del tiempo y el espacio, para darme grandes lecciones por medio de sus historias.

Les deseo que todos sus sueños se cumplan

Marqués de Montecristo

Agradecimiento especial para

http://www.lovecraftiana.com.ar

Cuyo extracto perfectamente estructurado de la biografía del maestro me sirvió increíblemente para realizar esta historia.

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1 Comment

  1. says: Antonio

    Tengo ya 45 y he crecido desde los 13 con la magia del metal y del maestro oscuro Hpl que han hecho mi vida rica en imaginación y han abierto mi mente a otros Universos. Desde Espańa agradecerte esta Bio.

    Saludos

    Antonio (Randolph Carter sometimes)

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