Entre una densa niebla, pasajes sombríos y pesadas distorsiones, nació uno de los grupos más emblemáticos e influyentes del metal, Black Sabbath. La historia musical de la mítica banda está llena de verdaderas joyas que han trascendido el tiempo; se ha convertido en verdaderos clásicos de la música contemporánea.
Para hablar de la historia del metal, es necesario hacer referencia a la agrupación británica; asimismo hablar de su segundo álbum que hoy, 18 de septiembre, cumple 49 años. Aquella producción ha sido uno de los trabajos más exitosos del grupo y catapultó a Sabbath a la fama. El disco Paranoid, hasta la fecha, es uno de lo más vendidos de la banda. También la revista Rollistone lo colocó como uno de discos indispensables para escuchar. La mención en Rollistone es algo loable, aunque, pienso, que esa revista no es un total referente del rock.
Paranoid que originalmente iba a titularse War pigs, [pero esto no se pudo por presión de la discográfica], vio la luz el 18 de septiembre de 1790; está constituido por 8 canciones y su duración es de 41 minutos con 6 segundos. El trabajo, musicalmente, no se despegó de su antecesor, pero sí logró consolidar el sonido típico del Black Sabbath clásico.
El álbum abre el lado A con la furiosa “War pigs”, canción que hace una dura crítica a la guerra de Vietnam. Este track deja ver a un Black Sabbath crítico y contemplativo de su tiempo y su realidad. Sin duda, uno de los himnos de los británicos. El segundo corte es la más que famosa “Paranoid”, pieza que le abrió las puertas del mundo. Curiosamente, esta canción fue hecha en media hora para poder completar el disco. Ellos nunca esperaron que Paranoid se volviese uno de sus emblemas. Después de la furia y vértigo llega el tercer track, “Planet Caravan”, una composición melancólica y envolvente. Aquí, la voz de Ozzy abraza al oyente y lo transporta a un viaje por los astros del obscuro cosmos. La última canción del lado A es la sombría “Iron man”, que comienza con una infernal voz que proclama ser el hombre de hierro. Después del infernal lamento comienza a sonar la densa y obscura guitarra de Tony Iommi; el riff es lento, pesado y envolvente; junto a la guitarra está el lúgubre bajo de Geezer Buttler y la machacante batería del poderoso Bill Ward. Sobre esta ennegrecida melodía la voz delirante de Ozzy Osbourne narra una tétrica historia, digna de un cuento de ciencia ficción al estilo de Philip K. Dick.
El lado B no deja descansar al oyente; lo sigue llevando por un lóbrego sendero; el camino desemboca en “Electric Funeral”, un obscuro monumento esculpido en solidas sombras. El riff corrompe la atmósfera, exhala una ignota sensación mientras Ozzy, como negro bardo, recrea la diégesis de un mundo post apocalíptico. La siguiente parada es “Hand of doom”, que comienza con un un hipnótico bajo soportado por una escalofriante batería. Las sensación suben y bajan con las estridentes irrupciones de la guitarra del Señor Iommi. Más adelante la canción cambia totalmente su dinámica y se vuelve una pieza frenética que cambia de ritmos para recrear las sensaciones de aquellos soldados que se volvieron dependientes a la droga, después de regresar de la Guerra de Vietnam. Lo que viene a continuación es la instrumental “Rat Salad”, un verdadero deleite, que nos lleva a un paisaje un poco más psicodélico en el cual Ward y Iommi demuestran su calidad como músicos. El tema que cierra las puertas de este disco es la soberbia “Fairies wear boots”, que parece ser una declaración de todo lo que es Black Sabbath, riffs con esencia blusera, pero ensombrecidos, cambios de ritmo delirantes, atmósferas profundas y rabiosas. Ciertamente, un cierre épico.
En suma, este álbum se ganó su lugar como uno de los clásicos del rock; asimismo, es un trabajo que aún mantiene un diálogo con su interlocutor, pues no pierde su vigencia y cada vez que se escucha a éste nos pude decir nuevas cosas, hacernos sentir nuevas sensaciones. En conclusión, el legado de Black Sabbath es innegable y permanecerá hasta el fin de la humanidad.