El pasado primero de abril nos sorprendió la devastadora noticia del fallecimiento de una gran figura del verdadero y genuino arte de vivir en libertad. Armando Vega Gil, se quitó la vida dejando una carta desgarradora tras de sí, pidiendo que “no se culpe a nadie de su decisión, consciente, libre y personal”.
Ese hombre que hoy ya no camina entre nosotros, siguiendo los pasos de Julien Morrel, decidió lavar su honor y el de su descendencia derramando su sangre sobre su memoria, lamentablemente, la realidad siempre supera a la ficción y en esta historia no llego en el último momento Simbad el Marino para salvarlo de la tragedia.
La noticia fue confirmada y toda música se apagó, no habrá otra baticumbia para él, ni pan para la reina; llora la raza de bronce, pero guardaremos por siempre su corazón y claro, ahí llevamos su itacate, cuando nos veamos en el otro mundo.
Músico, poeta, escritor, activista, filántropo y guerrero
Corría la década de los ochentas, cuando en un rincón olvidado del centro histórico vivía un joven recién salido del hogar paterno, soñando con estrambóticas escenas y estrafalarias aventuras que no cabían dentro de su mente loca y visionaria, decidió hacer la extraña mezcla entre el aguacate y el Rock, dando como resultado el sello característico de una agrupación que sentaría las bases y ayudaría a abrir las puertas del rock mexicano y la libertad de expresión, con un nombre que engloba el inconsciente colectivo de la banda gruesa y neta, La Botellita de Jerez.
La inventiva de Armando no se quedo en la música, siendo Antropólogo egresado de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, participó como redactor en bastantes publicaciones de las revistas “México Desconocido”, “Tierra Adentro”, “Donde Ir” y también como redactor para los periódicos “Unomasuno”, “La Jornada”, “El Financiero”, entre muchas otras publicaciones de temas variados.
Su trabajo más extenso para publicaciones recursivas se desarrollo en “La Mosca en la Pared”, con la columna, “El Diario de un Guacarroquer”, en donde hizo uso de un Alter Ego exacerbado de nombre, “Armiados Hueva Vil”, contaba con lujo de detalles morbosos y pintorescos, su vida y obra como estrella de rock en los caminos oscuros y tenebrosos de los hoyos funkies, el vicio, los excesos y la chispa implacable de una mente hiperactiva, picara y traviesa.
Decía en una entrevista, cuando la columna fue recopilada y publicada bajo el nombre “Diario Íntimo de un Guacarroquer”, -En un principio no se escribió de esa forma, pero al hacer la recopilación, me di cuenta de que era una novela- Siempre con ese sello característico, alegre, pornográfico, alburero y escatológico que marcó toda su obra referente al personaje.
Mares de ideas, ríos de letras
Con una cantidad inmensa de contenido publicado, en múltiples disciplinas, pasando desde la poesía, con textos cómo “Vagamundo” o “Tres y una Invocaciones”, literatura infantil “Pastel de lodo”, “Un Marciano y un Ciempiés” o “El enigma del hoyo en el pantalón”, cómo también novela con títulos cómo “Ritual del lagarto” o “Azahar y Agustín”.
Armando fue un prolífico escritor y colaborador en cine, teatro, producción audiovisual, performance, músico y ¿por qué no decirlo? Un genio de nuestros tiempos.
Postludium
Cuando Metal Obscura abrió sus manos para arroparme como parte de su equipo, lo primero que pensé fue en Armando y su trabajo. Yo crecí leyendo la columna del guacarroquer, entre risas y locuras, entre sueños perdidos y las ganas inmensas de vivir. El mundo ha perdido algo de brillo para mí el día de hoy, pero lo único que tengo por delante es seguir sus pasos y no dejar nada guardado, extender mi mano cuan larga pueda ser e intentar abarcar con mis brazos la tierra el mar y el cielo.
Termino este breve texto con la mirada nublada y un suspiro.
Hasta cuando nos volvamos a encontrar.