Estamos en el año 1997. Los neoyorkinos Brutal Truth han sacado ya dos discos con la discográfica Earache que ayudarán a definir el futuro del death/grind y serán considerados clásicos entre clásicos. Sin embargo, no están contentos con su discográfica y cambian a la creciente, y más dedicada a la música extrema, Relapse Records. Ya bajo el nuevo techo, piensan en qué dirección musical continuar.
Tanto Extreme Conditions Demand Extreme Responses como Need To Control siguen un mismo hilo conductor. El estilo es parecido en ambos álbumes, así que seguir por ese camino garantiza el éxito. Pero Brutal Truth deciden reinventarse y parir un disco que, primero, cualquiera que lo viera por primera vez se le grabaría la portada en la mente para siempre. Y segundo, determinan destruir el género conocido como grindcore creando algo completamente nuevo y difícilmente digerible para cualquiera que lo escuchara en esa época.
Recuerdo entrar hace ya veinte años en Discos Tráfico, una tienda de música mítica en Murcia, ver su portada y ser abducido por ella. Ese disco era para mi. Al escucharlo tranquilamente en casa, me dejé arrastrar por el caos sonoro de Sounds Of The Animal Kingdom. Mi percepción musical cambió para siempre.
Creo que no recibió muchas críticas positivas por aquel entonces. La mayoría de la gente se quejaba de que era demasiado caótico, cosa que era cierta. Que se habían alejado de la línea marcada por sus dos discos anteriores. La producción musical apenas permitía escuchar nada con nitidez, esto era un grave problema. Uno estaba obligado a escuchar cada canción con auriculares, memorizando cada instrumento, para entonces pasar a memorizar otro instrumento, sin olvidarnos de retener las estructuras y cambios de ritmo. Todo para entender qué estaba pasando en Sounds Of The Animal Kingdom. Esto requería un esfuerzo que no todo el mundo estaba dispuesto a hacer.
Estoy de acuerdo en que la producción es un asco. Soy el primero en reconocerlo. Contrataron a Billy Anderson para definir y grabar el sonido del disco, y no estoy seguro de que acertaran. O quizá sí acertaron. Porque ahora mismo, después de tantas escuchas, no me puedo imaginar estas canciones sonando de otra manera. Por suerte, Brutal Truth sacaron en el 2006 un remaster de Sounds Of The Animal Kingdom, que mejoró un poco la experiencia, tampoco se podían conseguir milagros.
Vayamos al grano, seamos contundentes. Sounds Of The Animal Kingdom es, junto al Inalienable Dreamless de Discordance Axis, el mejor disco grindcore de la historia, y uno de los álbumes más valientes jamás escritos, especialmente para su época. Sí, Carcass y Napalm Death, entre otros, sentaron las bases del género, pero Brutal Truth hicieron pedazos todo lo que se había hecho hasta el momento, y trascendieron hacia algo completamente nuevo.
El caos controlado de este álbum es la variable presente en todas las canciones. La que inicia el asalto, Dementia, con su inicio abrasador, su extraño estribillo (estribillo, que por cierto, en directo pasaron a tocarlo el doble de rápido que en esta grabación), y sus incesantes cambios en sus apenas dos minutos de duración, avisa de que estamos escuchando algo diferente. No sé si alguien tuvo narices, a escuchar entera Prey, la que cerraba Sounds Of The Animal Kingdom. Era un bucle que duraba unos 22 minutos, en el que Kevin Sharp torturaba literalmente al oyente vociferando “Prey!” sin cesar, con un volumen y distorsión ascendente. Los últimos minutos eran puro ruido, si es que habías aguantado hasta entonces.
Pero esa era la anécdota. Las ráfagas musicales que deslumbran por su frescura aparecen por todos lados. Fucktoy te parte en dos cuando después de su inicio más o menos convencional, se desata la batería de Richard Hoax. Jemenez Cricket, seguramente mi corte favorito, tiene las mejores voces y los riffs más infecciosos del disco, aparte que me hace preguntarme qué estilo es ese tema. No es grind, death, ni nada que haya conocido hasta el momento. El pegadizo ritmo de Average People se funde con una línea de guitarra inesperada, evolucionando hacia una especie de grindcore que no para de cambiar. Además contiene la parte que se repite incesantemente en Prey.
Blue World tiene una intro que parece robada de un anime futurista. Sirve para aderezar la espera hasta que empieza realmente el tema, el más lento de todo el disco. En Fisting, tras un redoble de batería, aparecen unos samples acompañando una sección brillante. Al poco, y de forma inesperada, se desata el caos absoluto, pasando a un hardcore acelerado. Dead Smart y Promise son también de mis canciones preferidas. Empiezan ambas con un groove pegadizo como pocos se han escuchado, mutando casi instantáneamente hacia algo irreconocible y diferente. Foolish Bastard es un trallazo grindcore bastante convencional, aunque resulta ser de las canciones más disfrutables.
En definitiva, escuchar Sounds Of The Animal Kingdom, es una experiencia única, un movimiento a favor de la evolución de la música en sí, de alejarse de modas, complejos, o miedos, para crear algo nuevo en este mundo tan cerrado a veces como es el metal. Creo que gran culpa de que cuajara este disco fue lo bien que se llevaban Brutal Truth entre ellos. Kevin Sharp, con sus reconocibles y peculiares voces, Richard Hoak y sus alocados ritmos, Brent McCarty fabricando originales riffs sin parar, y Dan Lilker cohesionandolo todo con su bajo y sus ocasionales coros. Eran cuatro músicos en su mejor momento, y decidieron compartir algo especial con nosotros. Un disco irrepetible, memorable e histórico.