En el centro de nuestra caótica urbe, estaba por llegar una hueste francesa que prometía sumergir a su público en un teatro apto sólo para dementes. Además, junto a ellos estaría una horda de forajidos de Laredo y dos bravas tropas mexicanas. Alrededor de las 7:30, las puertas del Mandala Bar abrieron para recibir a los asistentes.
Poco a poco, el recinto se fue cubriendo de sombras que esperaban el comienzo del concierto mientras bebían la amarga malta. Los últimos preparativos se realizaron; los murmullos cubrían las paredes y la espera caía como ceniza. Las campanas del juicio final retumbaron; esa fue la señal para dar inicio a la tertulia de locos.
Armada tomó el escenario; por consiguiente, la brutalidad se desató desde el primer segundo de su arribo. Como mensajeros del infierno sacudieron los cimientos de la pequeña cueva; todo el vulgo se entregó a la soberbia ejecución de los veteranos.
Por lo que se refiere a la agrupación mexicana, dejó en claro que salieron a dar un espectáculo de calidad. Como un comando entrenado para matar demostraron rola tras rola todo su poderío. El baterista se exhibió como una letal máquina que impactaba como la metralla más precisa mientras un bajo pulsante transformó cada nota en una bala perforada. Al mismo tiempo, la guitarra repartía disparos certeros como el más diestro francotirador; asimismo, el vocalista dejó caer su piel humana; se trasmutó en una bestia guerrera que lideró su tropa para dejar huella esa noche.
Los congregados coronaron a Armada como verdaderos reyes de la brutalidad y rugieron por más canticos, así la banda entonó un par de piezas más para retirarse victoriosos y dejando un ambiente abrasador.
Seguidamente, Askke, banda mexicana de black metal, Subió al pulpito para comenzar con un sermón consagrado al caos y a la blasfemia. Como una marea de odio los riffs comenzaron a inundar el ambiente. Veloces letanías conjuraban al Caído; golpes certeros y una voz de cuchillo se abrieron paso hasta lo más profundo de los corazones de los asistentes para dejar tatuado en ellos que el nazareno no es más que podredumbre.
En definitiva, Askke dejó salir al Diablo a toda velocidad para ofrecer un show directo y lleno des histeria sonora, con el cual los asistentes quedaron más que satisfechos y agradecieron a Satán por el grato manjar auditivo.
Después toda esperanza abandonó el lugar y las sombras devoraron el recinto. Mandala Bar fue cubierto por un negro bautismo. Venereal Baptism llegó desde Laredo para ofrecer una inclemente ejecución. Llamas y desesperación se desprendían de cada acorde. Asimismo, la banda hizo gala de una energía que infectaba a todos los presentes; en consecuencia, todos fueron coronados por la Bestia.
Sin duda alguna, los texanos entregaron una pasión enorme a la cual el público respondió de la mejor manera. Temas de sus discos “Deviant Castigation Liturgy” y Repugnat Coronation of The Beast” se impregnaron y fueron degustados por una masa que se embriagaba en cada nota. Además, canciones de la nueva placa, “Reap The Reviled” emocionaron a los fieles congregados.
El momento estelar de la noche llegó. Una pared de disonancia y una voz surgida desde la más subterránea locura invadieron el escenario. Luz y obscuridad bailaron en un demencial frenesí que tiene por nombre “L´hymne a la mort”. La masa de sombras ovacionó a Antilife y los franceses, desde el primer segundo, entregaron el máximo respeto a los mexicanos. Haine, vocalista, se mostró extasiado y energético ante el recibimiento.
Posteriormente, un teatro de lo absurdo se edificó sobre Mandala y lamentos espectrales atravesaron las almas de todos. “Addict” y “Despair” resonaron hasta lo más profundo de las existencias de los asistentes que pasmados se dejaron caer al vacío trazado por la agrupación.
Guitarras fantasmales poseyeron todo rincón de ese bar convertido en una casa de la demencia, en cual Haiene se volvió un cirujano que a través de su quimérica voz entró en las mentes su público para exponerles el absurdo del constructo social y como la vida es la broma más cruel. Todo esto expuesto en los pasajes sonoros de “Life is Pain”.
A continuación, Haine ondeó la bandera mexicana mientras dejaba ver su emoción al estar en este país. Como resultado, Antilife siguió regalando a su público una actuación en la cual se abrieron en pecho y ofrendaron el corazón de la manera más sincera. Sangre pasión y locura fue el regalo que los franceses ofrendaron.
Seguidamente, sonaron “Les yeux fermés, les démones dansent” y “Shoot y My Skull”, canciones que exprimían el dolor más sublime como aquella lesión hecha por cristales que se incrustan en lo más recóndito de la piel.
Para llegar al clímax repiquetearon “Worms” y “Bad Day”. En la última pieza, se unió Fermentor, vocalista de Venereal Baptism; por lo cual, el teatro de la demencia explotó con el mayor ímpetu mientras la gente dejó escapar el último hilo de cordura.
Haine agradeció a Fermentor y comenzó a cantar feliz cumpleños para el Texano. Los mexicanos al unisonó se unieron a la serenata. Finalmente, Haine volvió a relucir la bandera de nuestro país y agradeció con la mayor humildad a los feligreses.
En suma, Antilife otorgó un show lleno de la pasión más sincera y demente. Los franceses se clavaron en la noche como una herida imborrable.