GAMES FROM HELL: JOURNEY (2012)

Journey es una muestra de lo especulativo que puede ser el nombre de esta sección, porque en absoluto es un juego desde el infierno, como sin embargo sí que lo es Bloodborne. Fue creado por Thatgamecompany en el 2012, primero para PS3, y tiempo después para PS4 con alguna mejora de resolución y de frames por segundo. Mi primer contacto con este videojuego fue justo hace un año, y le acabo de pegar otra vuelta para refrescar los profundos sentimientos que me provocó en su momento.

Si pensabais comprarlo en breve, cuidado porque voy a soltar unos cuantos spoilers. Es imposible hablar de Journey sin comentar ciertos aspectos clave que lo hacen único. Empecemos.

Journey es uno de esos juegos llamados Zen. ¿Qué significa eso? Buena pregunta, es algo difícil de contestar. Digamos que jugar a Journey es una experiencia tranquila y relativamente apacible. Englobando su jugabilidad en el género de las plataformas, esta obra es el típico ejemplo que pondría como claro exponente de arte que utiliza a los videojuegos como medio. Sin alardear de grandes gráficos, contiene, no obstante, un apartado artístico para quitarse el sombrero. Y antes que alguien diga nada, no, las imágenes no le hacen justicia. Atención a la increíble banda sonora.

La historia y el objetivo no se nos muestran de otra manera que no sea en imágenes, las cuales siempre pueden ser interpretables para cada uno. Básicamente debemos hacer un viaje. Nuestro destino es la cumbre de una montaña, y nuestro avatar una especie de humanoide parecido a los moradores de las arenas de Star Wars. Aparte de movernos, no podemos hacer más que emitir una especie de sonido indescifrable, y saltar, manteniéndonos más o menos tiempo en el aire según vayamos recogiendo unos luminosos símbolos por nuestro camino.

Vale, de momento nada sorprendente. Hasta que te tropiezas durante tu viaje con un ser idéntico a ti. Lo primero que pensé fue en acercarme y observarlo de cerca. Sin embargo, había algo raro en cómo se movía, en cómo interactuaba conmigo ese personaje. No parecía controlado por el juego. Pensé que era otro jugador como yo, alguien con quién compartir mi aventura. Decidí seguirlo. Él, o ella, me acogió de buena gana, esperando pacientemente a que explorara a fondo los escenarios -manías que tiene uno-, a que disfrutara con todo lo que tenía por delante. Es importante destacar que es imposible comunicarse, salvando el sonido indescifrable, o el lenguaje corporal de los personajes.

Poco después, seguramente se cansó y se fue por su lado, pero lo volví a encontrar más adelante. Nos maravillamos juntos con los preciosos escenarios, con la historia que se nos sugería. Resolvimos distintos puzzles. Desafiamos y salimos victoriosos de diversos peligros. Con una media de un par de horas de duración, se terminó el juego, creándome un nudo en el estómago por las últimas revelaciones. No me da vergüenza -en realidad sí- reconocer que se me empañaron los ojos y que me emocioné bastante.

Salieron los créditos de los creadores, y al final de éstos, me apareció una pantalla con varios nombres. Todos y cada uno de los otros jugadores con los que había compartido mis vivencias. Un escalofrío me recorrió la espalda. Había pensado que me había tropezado con otros jugadores, pero que Journey te lo confirmara y que te dijera además quienes eran…, me dejó sin palabras. Tenía una sensación de satisfacción, de crecimiento personal, como cuando compartes una experiencia intensa con alguien.

Esa vez yo seguí a varias personas que me orientaron. Pero esta segunda vez ha sido distinto. Al conocer el juego, he sido yo quien guiaba, quien avisaba de que había un símbolo importante, quien daba pistas para resolver un puzzle, quien alertaba de que venía un enemigo y que había que esconderse a toda prisa. Era yo quien conocía ya el final, el que se acercaba a éste con amargura e ilusión a la vez. Pero a mitad de camino perdí a mi compañero/a inicial, y no os podéis imaginar lo que me fastidió. Le esperé un tiempo, y al rato apareció otro personaje. Resignado, ya que le había cogido aprecio a mi primer encuentro, seguí con esta nueva compañía. Mierda, le había tomado cariño a ese desconocido, no puedo explicar el motivo.

Journey terminó. Aún emocionado de nuevo con el final pese a conocerlo, salieron los créditos, y apareció la pantalla de los acompañantes, aunque esta vez sólo un nombre. Había sido la misma persona todo el tiempo. Había sido mi amigo/a desde el principio. No pude evitar que se me dibujara una sonrisa. Porque puede que el camino siempre sea el mismo, pero cada viaje es diferente. Y esta metáfora va y te la cuenta un «videojuego».

Imprescindible experimentar la propuesta de Journey. Adelanto que no hace falta estar suscrito a Playstation Network para disfrutarlo en compañía, con estar conectado a Internet es suficiente.

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