Estación Zombie 2. Una Mala Secuela

Uno de los grandes cambios en tanto a secuelas fue Aliens, que pasó de ser terror a acción. En este salto de género se marcó un ritmo que seguiría el cine de acción: Presentación, acción, calma, acción, calma, acción, hasta llegar a la resolución. A pesar de esto la segunda parte mantuvo la esencia de su original, el horror sexual seguía ahí, la amenaza aún era más grande que los protagonistas, los personajes eran importantes y cada muerte importaba. Hoy, tenemos un intento de lograr nuevamente esto en Train to Busan 2: Península.  

Dirigida por Yeon Sang-ho, quien se encargó de la original. Pero ahora cuenta la historia 4 años después del inicio de la epidemia zombi con Jung Suk como protagonista; un ex militar coreano que se encuentra en Hong Kong y trabaja como mercenario, en uno de sus encargos debe volver al territorio coreano, ahora completamente aislado, para recuperar un camión en el que hay 20 millones de dólares. Durante la estancia en la península se encuentra con Min-jung, una mujer que ha sobrevivido con sus dos hijas desde la caída de la sociedad y se unen para salir del territorio gracias a la oportunidad que representa recuperar el botín después de ser capturado por un grupo militar.

Los Personajes

Uno de los puntos que hace del cine de zombis un género tan interesante es que los infectados son un contexto en el que surge la crueldad de los humanos. Desde los filmes clásicos de Romero hasta la misma serie coreana Kingdom, el conflicto principal no es enfrentarse a los muertos. Aquí nos encontramos con la unidad 631 como los antagonistas, un grupo militar que se dedica a la carroña para obtener recursos que les permitan seguir con vida. Los únicos dos personajes con poder que se presentan son claros ejemplos de desquiciados, pero sin una razón para serlo.

Aquí se presenta uno de los primero problemas; al seguir lo presentado por el comic The Walking Dead, se muestra que sin una institución como el Estado, que regule a las personas, se vuelve a un punto primitivo y cruel, en vez de que la gente se regule a sí misma y busquen apoyarse, pareciera que al caer los gobiernos que conocemos hoy en día se van a instaurar regímenes despiadados en los que es el más fuerte, o el menos cuerdo incluso, quien gobierna. Por otra parte no podemos ver nada del funcionamiento de esta sociedad, solo se ven unos pocos militares que apuestan en un juego que consiste en que sobrevivientes huyan de infectados en una arena.

Por otra parte tenemos a la familia de Min-jung que consiste en dos niñas, de las cuales una es una conductora experta, y un hombre de edad avanzada que parece estar loco al hablar por radio constantemente (aun cuando esta se encuentra pagada). Las declaraciones de muerte son constantes y demasiado obvias, incluso el giro final se dice a gritos en cuanto se presenta a la familia completa. Las relaciones son en realidad forzadas y las personalidades responden más a una historia de cine serie B que al realismo visto en la primera parte. Esto no ocurre solo con la familia, también ocurre con la unidad 631.

La Historia que no Entiende que Hacer

El manejo de la historia también tiene muchos problemas. Las muertes no importan en realidad, incluso el sacrificio que se muestra en pantalla (aquel que es muy obvio al presentar a la familia) está fuera de contexto y pasa casi porque tiene que pasar. Hay momentos que no tienen razón de ser, una persecución al estilo Mad Max solo, otra vez, porque sí. Uno de los villanos reconoce al protagonista a pesar de nunca haberlo visto. Hay puertas que se muestran cerradas y de pronto se abren, cosa que provocaría la fuga de los sobrevivientes usados para el juego. Las calles a veces están vacías y después se llenan de zombis de la nada. La mayoría de los personajes carecen de una motivación real, únicamente tres de ellos tienen un trasfondo real que explique sus acciones.

Por último, carece de aquello que hizo tan grande a la primera parte: su plano del discurso. Esto es el mensaje implícito que se da a entender a partir de lo mostrado en la historia. Por ejemplo, Frankenstein habla del miedo a los avances de la ciencia y el aborto por el que pasó la autora, Scarface sobre la destrucción inminente a la que lleva el crimen sin importar el poder que te de ese medio. Train to busan trataba de la paternidad en el contexto oriental que prioriza el trabajo por sobre la familia. Lo que atraviesan los personajes hacen que el protagonista entienda que significa ser padre y le da sentido al final, pero es porque todo llevó a ese momento. En esta secuela no hay tal plano, de hecho carece de un mensaje real, se quiere retomar al final, pero el ambiente es tan inverosímil que carece de cualquier peso, hay tantas formas de salir de esa situación que incluso la resolución que se le da resulta ser absurda.

Conclusión

En conclusión, la secuela no entiende que es lo que funcionó de la primer parte. Se convierte en una película de acción sin trasfondo, en la que los personajes no importan y es imposible empatizar con ellos. Sin duda es entretenida, aunque la tensión no se maneja del mejor modo y únicamente pasa como una película mediocre y olvidable. Los efectos especiales llegan a verse falsos e incluso las tomas carecen de composición. No es un buen momento para salir al cine y esta no es una razón para correr el riesgo.

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