CRÍTICA: IRON MONKEY – IRON MONKEY (1996)

No me hace mucha gracia el sludge o el stoner, pero como con todo, siempre hay excepciones, e Iron Monkey lo es. Corría el año 1996. Apenas había acceso a Internet, así que la única manera de descubrir nuevos grupos era a través de recopilaciones. La discográfica Earache lanzaba sus Earplugged, y concretamente llegó a mis manos el Earplugged 2. Para que os hagáis una idea reunía canciones de grupos como At The Gates, Carcass, Cathedral, Napalm Death o Entombed.

Más o menos conocía la mitad de las bandas del Earplugged 2, pero me llamó la atención el nombre de Iron Monkey. Me parecía un nombre algo absurdo, así que escuché su canción con interés. Nada más aparecer el riff principal de Big Loader, noté algo parecido a un orgasmo en mi cerebro. Estaba infectado del espíritu de Black Sabbath, eso seguro. Pero cuando surgió la voz de Johnny Morrow, me dije: ¿¿esto qué coño es?? Era algo nuevo y único para mí, y cabe decir que se convirtieron para siempre en uno de mis grupos de culto.

Este disco homónimo de Iron Monkey tenía una singular carta de presentación. Era el disco que Phil Anselmo estaba escuchando cuando tuvo la sobredosis de heroína en la que estuvo clínicamente muerto durante unos minutos. Seguramente una técnica comercial, leyenda urbana, o quizá sea verdad, nadie lo sabe. Lo que sí es cierto es que Iron Monkey estaban haciendo algo que sonaba muy fresco. Eyehategod y Bongzilla ya estaban haciendo algo parecido, pero el sello personal de los riffs inspirados, que no copiados como sí pasaba con Bongzilla por ejemplo, y la voz tan especial de Morrow hacía que escuchar este disco fuera una experiencia única.

Con sólo seis canciones y producido por el ahora archiconocido Andy Sneap en unas miserables ocho pistas, Iron Monkey tiene un sonido aplastante y orgánico como pocos. Fink Dial y Web Of Piss empiezan el castigo auditivo y están chulas, sí, pero la molla de este álbum está principalmente en Big Loader y sobre todo 666 Pack. Contienen infecciosos riffs que exudan Black Sabbath por los cuatro costados, pasajes marcados, intensamente lentos que os garantizo que harán marcar el ritmo con vuestra cabeza. Incluso contienen ciertas repeticiones que a la primera escucha pueden parecer fuera de lugar, pero una vez asimilado el estilo del grupo, uno entiende que son absolutamente necesarias.

666 Pack es un mundo aparte, una conferencia musical sobre cómo pulverizar el cerebro del que escucha, de cómo reducir su mente a cenizas. El riff del principio empieza con el bajo de Doug Dalziel hasta que estallan las guitarras de Stuart O’Hara y Dean Berry creando un efecto explosivo. Poco después van echando el freno y repitiendo el riff cada vez más lentamente, haciendo una transición hasta un momento que es casi doom, asfixiando al oyente con esos ritmos tan marcados y la angustiosa voz de Morrow. Cuando parece que termina la canción, súbitamente aparece una sección diferente, bastante más rápida, con unos memorables riffs. Todo esto desemboca en el pasaje doom anterior, sirviendo de puente de nuevo hacia la sección rápida, que tiene el mismo riff, pero con un flipante ritmo de batería totalmente distinto, cortesía de Justin Greaves. Una experiencia única este corte.

La magnífica Black Aspirin vuelve a dar una otra lección de cómo hacer sludge sin llegar a ser pesado. Cierra Shrimp Fist, un tema en una línea bastante doom, con unos riffs y ritmos densos como el alquitrán.

Iron Monkey llegó a sacar otro increíble disco de larga duración, Our Problem, pero al poco el grupo se disolvió. Morrow colaboró con varios grupos, en especial con los británicos Murder One, sacando un recomendadísimo y muy difícil de encontrar EP de debut. Lamentablemente Morrow moría en el 2002 de una afección de riñón, dejándonos sin uno de los mejores e innovadores vocalistas de la historia.

Ya para terminar, diré que este grupo hay que escucharlo al menos una vez en la vida, te guste el género o no.

Este post tiene 666 palabras.

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