Hablar de Megadeth y el emblemático Dave Mustaine nos daría mucho material, pues la historia de la banda es muy extensa; con grandes logros, discos impresionantes y polémicas declaraciones del colorado. Megadeth, a pesar de discos horribles como el Super Collider o el Risk y actitudes muy cuestionables de Mustaine, ha forjado un legado sumamente sólido, respaldado por impresionantes álbumes que son piezas fundamentales de la historia metal.
Uno esos trabajos imprescindibles es el aclamado Rust in peace, que este 24 de septiembre cumplió 29 años. Hay momentos en que todo parece alinearse y concordar; la creación del cuarto disco de la banda fue uno esos acontecimientos. Dave Mustaine contrató al increíble Marty Friedman y al estruendoso Nick Menza. Esto dio paso a la alineación legendaria de Megadeth y a un disco monumental.
Holy wars… The punishment due
Sin contemplaciones y directo a la yugular el disco comienza con un riff veloz, afilado. La batería y el bajo se unen para crear una inquebrantable pared sonora; la voz de Mustaine retumba como un alarido colérico. Las guitarras son navajas que no dejan escapar nada; vuelan por todas direcciones; de pronto, una pausa nos lleva a un interludio en cual el virtuoso Friedman ejecuta un enigmático pasaje flamenco; inmediatamente una voz desgarradora se une a una primitiva batería que golpea sin piedad. Solos caóticos, pero pulidos como diamantes vienen y van, los cambios de ritmos nos transportan a un campo de batalla donde no hay escape de la metralla del colorado y sus huestes.
Hangar 18
En el siguiente track el ataque persiste con unas de las canciones más emblemáticas de la banda. Aquí, se puede ver la técnica y el poderío de toda la alineación. La sección rítmica de Menza y Ellefson es contundente; las batallas de solos de Mustaine y Friedman son descomunales. La última sección de la pieza es alucinante, pesada y llena de cambios de ritmos. Este tema es, ciertamente, un disparó directo al cerebro.
Take no prisoners
Las bombas han caído y el estruendo nos sacude; Megadeth no está dispuesto a dejar a nadie con vida. En este tema la banda deja totalmente en claro porque es uno de los referentes del thrash metal. Ellefson hace una ejecución soberbia en el bajo, su sonido es pesado y devastador.
Five magics
El comienzo parece ser caótico, pero un instante una atmósfera anómala nos abraza. Un bajo profundo, angustiante se apodera del terreno mientras una guitarra lo adorna. Sin embargo, la atmósfera se rompe y un cambio de ritmo nos golpea con fuerza brutal. Mustaine se desgarra la garganta y nos concede una vehemente interpretación matizada con riffs cabalgantes que aplastan todo a su paso.
Poison was the cure.
De nuevo el señor Ellefson toma la batuta y nos ofrenda un provocativo inicio de bajo, un preludio a un arranque de ira y velocidad. El veneno de Megadeth se derrama en una vertiginosa ejecución. Riffs caóticos acompañados veloces bombos nos embriagan de un veneno del cual no queremos la cura.
Tornado of souls
Después de la intoxicación un fuerte viento nos sacude. Un tornado a toda velocidad nos hace girar en una espiral de potentes riffs que se amalgaman con una pegajosa voz que se inserta en lo más profundo de la psique. Megadeth demuestra un excelso balance entre riffs pesados y melódicos; además, el magnífico Friedman nos entrega unos de los solos más épicos de la historia del metal. Su interpretación es colosal, precisa; nos hace sentirnos dentro de un huracán de emociones.
Rust in peace… Polaris
El fin ha llegado y es una explosión nuclear la que da cierre al disco. El señor Menza abre el tema con una extraordinaria ejecución de batería que da pie a un bombardeo, de un poco más de cinco minutos. Belicosas guitarras explotan como certeros misiles; Megadeth no nos ofrece un respiro; golpea con toda su artillería pesada. Cuando parece que va a llegar el final, la banda lanza la última acometida. La voz de Mustaine gruñe ornamentada por la última ráfaga de sus tropas.
En conclusión, Rust in peace es toda una joya, un disco obligatorio para conocer la historia del metal. A manera de confesión, debo decir que al volver a escucharlo, para escribir este artículo, sentí la misma emoción que la primera vez. El álbum es un verdadero clásico, una obra de arte que en cada escucha te dirá algo nuevo.