Polvo de oro en los corazones: Heretoir en CDMX
La noche descendió como una cortina viscosa y polucionada mientras los ecos de la urbe se derramaban como cerveza caliente. Asimismo, las banquetas ardían como hoguera y los ánimos eran consumidos como la cera de una vela. Con esta estampa citadina, salimos de nuestra morada para dejar el tedio cotidiano y dirigirnos al concierto que Hereitor dio el 22 de marzo en la Piedad Live Music por cuenta de Vic Storm Productions.
Nuestro acceso fue veloz y rápidamente buscamos hidratar la garganta con negra malta mientras aguardábamos por el comienzo. Por otro lado, poco a poco el recinto era poblado por figuras oscuras que se preparan para una noche con sabor a melancolía.
La primera banda en saltar al escenario fue Eversum, quienes salieron dispuestos a jugarse la vida para dejar su huella en la historia de aquella noche. Para comenzar, se presentaron con guitarras cargadas de una sensación punzante y un bajo que rugía junto a una batería bien equilibrada; además, una voz tenaz se amalgamó de manera perfecta con los riffs temerarios y llenos de vitalidad desbordante. La agrupación encendió con destreza y pasión la primera llama de la noche; en consecuencia, se llevaron el merecido aplauso.
Pocos minutos pasaron y el turno de Phendrana llegó. Pasajes de pesadillas y sueños delirantes fueron puestos en escena por una ejecución concisa y elegante. Además, un sentimiento de soledad cubrió el recinto cuando una voz angelical resonó como respuestas al estruendo de una voz agonizante. Acordes etéreos y una marejada de emociones se mezclaron como una poción perfecta para que el público saborease y se adentrara en el sueño de esa noche.
El siguiente en el púlpito fue The Depressick. Su exordio fue con bellas cuchilladas y acordes de vidrio sobre las venas; asimismo, una voz embriagada de dolor se escurrió dentro de los ojos. Sumado a esto, la pesadez de los viejos dolores fue traída por riffs que parecían sangrar dentro de la memoria. De esta forma, The Depressick hizo estremecer al público y los empujó al último peldaño de aquella velada de quimeras.
Los segundos se abalanzaron ante una noche que parecía no detenerse; no obstante, Heretoir tomó su lugar en el escenario y la incesante marcha de Cronos pareció detenerse ante el primer acorde. Un hechizo en forma de voz invadió los cimientos del edificio e hizo exhalar a una masa de sombras que contemplaba absorta una extraña añoranza que flotaba en la palestra.
La cólera y la tristeza bailaron en un crespúsculo mecánico dictado por guitarras que reflejaban una recóndita melancolía; además, el canto de Eklatanz se expandió como una neblina gris que se incrustó en los recuerdos olvidados. Por otro lado, el público se exhibía totalmente entregado ante la música de Heretoir; asimismo, la pasión se podía palpar como si fuese el latido de un corazón rebosante.
Seguidamente, un polvo dorado cubrió los pechos abiertos del público y acordes trasmutados en lágrimas impactaron como olas sobre el puerto del pensamiento. De manera posterior, los tambores golpearon las sienes y las negras estocadas arañaron la piel para que el mundo entero callera sobre las tierras válidas de la lobreguez de la mente.
Una flama de ensueño ardía en el centro del escenario para que la vigilia se alejase de aquel laberinto onírico, en cual la masa brindaba de forma sincera un cariño que la banda recibió y devolvió de manera reciproca en todo momento.
A propósito de la entrega y la euforia, Eklatanz tomó un momento sólo sobre el escenario para sacrificar su alma ante una masa atónita que bebió del dulce veneno revuelto con tristeza añeja y saudosa felicidad. Después toda la banda regresó al podio para comenzar el preludio del final, en el que todo se tiñó de angustia y visceralidad para que todo cerrase como un eclipse que lo lleva todo a la penumbra de la reflexión. Así, con energía copiosa y una ovación, Heretoir consumó una presentación titánica.
Agradecemos todas las facilidades a Vic Storm Productions.