Hace algunos momentos, recibimos la triste noticia de que el concierto de Satanic Warmaster, que se realizaría en el 18 de febrero en el Circo volador, ha sido cancelado por el gobierno de la Ciudad de México, específicamente por Marcos Alejandro Gil González, director general jurídico y enlace legislativo del gobierno de la Ciudad de México, y por Martí Batres, secretario de Gobierno.
Dichos sujetos se escudan en la ley; aluden a que la banda promueve el odio y la segregación racial. Por consiguiente, dichos defensores de la moral han sentenciado que este espectáculo atenta contra la dignidad y los derechos humanos.
Dichos argumentos nos parecen deplorables y moralinos. El gobierno y muchos de esos súper héroes sociales han decido actuar como policías de lo correcto o como un ministerio de la felicidad. Asimismo, ocupan las leyes a su convencía; realizan críticas sin verdaderos fundamentos; marcan límites desde una perspectiva limitada y obtusa.
Las personas que realizaron la queja y los funcionarios de gobierno que se prestaron a esta faramalla, imagino, se sienten con una superioridad ética y moral y por eso han delimitado lo que es permisible y lo que no. Ante este posicionamiento, las etiquetas que les puedo dar son las de hipócritas y falsos; además, los considero individuos carentes de pensamiento crítico.
Ellos se han alzado como los jueces, ¿pero realmente defienden lo correcto? ¿Qué es lo correcto en este caso? Ellos han arrojado anatemas contra la banda; han dicho promueven la segregación racial y atentan contra la dignidad de las personas. Sin embargo, estos justicieros discriminan el pensamiento que es diferente al suyo y están estigmatizando el derecho a la libre expresión. Aquí, muchos dirán que ese tipo de ideologías no deben ser permitidas, ¿pero de qué tipo de ideología se está acusando a Satanic Warmaster? Los están tachando por partidarios del Nacional Socialismo. ¿Esto realmente es de esa manera?
Muchos lanzarán una cruzada para afirmar esto; no obstante, en las formas de ser de un arte transgresor, muchas situaciones deben de ser controversiales. Aquí, les pregunto: ¿un hombre con ideas fundamentalistas regresaría a México, realizaría una gira por Latinoamérica y conviviría amablemente con sus seguidores? Asimismo, el gobierno y nuestros inquisidores de lo políticamente correcto le están negando el trabajo, ora a la banda, ora a los organizadores, personas que se esfuerzan cada día y no que viven de un gobierno corrupto y de los caprichos de un presidente que ostenta la corona del populismo más cutre.
También están indicando que la agrupación finesa promueve el odio y la violencia; sin embargo, yo no veo que los seguidores del metal, después de cada concierto, salgan a realizar actos vandálicos o propaganda de segregación racial. Curiosamente, sí puedo vislumbrar ese odio y segregación en los actores políticos que defienden a un gobierno mediocre con una vehemencia que atemoriza. Asimismo, inventan enemigos imaginarios que sabotean el trasporte público.
Por otro lado, tenemos a los paladines de lo políticamente correcto que asumen cómo debe ser la sociedad. Esto no sustentado en un pensamiento crítico, sino en una creencia y en sentirse víctimas ante aquello que no les desagrada. A ellos no les importa que exista “otro” con una visión diferente. Lo importante para esas personas es la imposición, la subyugación de otros criterios y la alineación a su sistema de creencias. Sí, esto, parece una jodida broma. Quieren combatir contra todo lo que son, pero que niegan ser. porque son los “mesías” que buscan una sociedad “igualitaria” y “sin prejuicios”.
En suma, nos encontramos ante una problemática bastante grande. El gobierno y los “buenos ciudadanos” se pueden volver una Inquisición que le cierre las puertas a las bandas y promotores. Con lo que ha sucedido últimamente, cualquier banda podría estar en el ojo de las buenas conciencias, ya sea por alguna ideología política, creencia religiosa , perspectiva de la vida y la sociedad, etc.
Para concluir, pienso que esto es un enorme retroceso para los espectáculos y un grave peligro para músicos, promotores, organizadores y demás personas que trabajen en el medio. El gobierno y los defensores de la sociedad están abriendo una puerta para que cada concierto pase un censo de lo permisible. Esto sí me parece que es atentar contra la dignidad y la libre expresión.
P.D. Que el gobierno y los progres chinguen a su madre.
El mismo odio se vio cuando se presentaría la banda Marduk acá en Ecuador, Quito para ser exacto.