Este pasado fin de semana el Templo Mayor estuvo de aniversario, festejando nada más y nada menos que sus 37 años de enriquecer y enaltecer la cultura mexicana, por eso nos dimos una vuelta hoy para recorrer sus 8 salas y cargarnos de la energía que emana cada edificio, cada escultura, cada pasillo de el gran templo. En 1987 el Museo del Templo Mayor abrió sus puertas.
Su creación fue consecuencia de las excavaciones arqueológicas del Proyecto Templo Mayor, que permitieron recuperar una colección de más de 7 mil objetos, así como los vestigios del Templo Mayor de la gran Tenochtitlan.
***El Templo Mayor de los mexicas estaba dentro de un espacio sagrado, aislado del mundo profano por un muro. Ese espacio reproducía el concepto cosmogonico mexica del quincunce: cuatro rumbos y un centro. En el centro se elevaba el Templo Mayor, que simbolizaba el Coatépetl, la montaña sagrada, que almacenaba la lluvia, los rayos, las semillas multiplicadoras de la vida.
Situado en el centro del espacio sagrado, el Templo Mayor se convertía en el axis mundi, centro del mundo, para los mexicas. Era la morada de los dioses y el lugar por excelencia en que los hombres podían descender a los nueve niveles del inframundo o ascender a los 13 niveles de los cielos.
Era el lugar donde los seres humanos hacían ofrendas y pedimentos a las divinidades, y donde renovaban con ellas los pactos de reciprocidad. Ahí, en las dos capillas ubicadas en la cima del Coatépetl, los mexicas donaban sangre y corazones, lo más preciado por los hombres, para que los dioses se alimentaran y recuperaran fuerzas para que pudieran, a su vez, dar alimentos y vida a los seres humanos. Recinto sagrado de Tenochtitlan según fray Bernardino de Sahagún. Primeros Memoriales, f. 269r. Texto: Daniel Díaz. Reprografía: Marco Antonio Pacheco / Raíces. Arqueología Mexicana, núm. 91