Un laberinto de pesadilla, Akhlys en CDMX
Siempre sueño con laberintos o con espejos.
En el sueño del espejo aparece otra visión,
otro terror de mis noches, que es la idea de
las máscaras. Siempre las máscaras me dieron miedo.
Sin duda, sentí en la infancia que alguien que usaba una máscara,
estaba ocultando algo horrible. A veces
(éstas son mis pesadillas más terribles) me veo
Reflejado en un espejo, pero me veo con una máscara.
Tengo miedo de arrancar la máscara porque
tengo miedo de ver mi verdadero rostro, que imagino atroz.
Ahí puede estar la lepra o el mal o
algo más terrible que cualquier imaginación mía.
J.L. Borges.
La metrópoli de desvelos e imágenes que incendiarían la imaginación de cualquier Dalí rugía como siempre, en esa absurda rutina, en la que miles de Sífifos arrastran su piedra. El sol decaía; las fauces de la noche parecían engullir los últimos destellos del día. Esto era la señal para comenzar un viaje más allá de la frontera de la vigilia, una jornada hacia lo más profundo del sueño de una vetusta deidad.
Llegamos al lugar designado treinta minutos antes de la siete de la noche. Algunos espectros ya aguardaban por cruzar por el umbral. Sin demora o contratiempo, el acceso comenzó en punto. Todas las indicaciones fueron claras; por consiguiente, todo el público pudo entrar sin quejas.
La caverna esperaba; los ecos de miles de delirios se escondían entre las burbujas de la cerveza que comenzaba deambular entre las manos de los viajeros, que solicitaban el néctar en la barra. Poco a poco, las sombras iban insertándose en su sitio. En consecuencia, unos minutos antes de las ocho, el viaje de catábasis comenzó.
Non Vitam Existence tomó el escenario; el caminó se abrió. Los primeros tragos de locura fueron vaciados sobre acordes disonantes y el martilleo de los tambores rituales, que golpeaban con el mismo frenetismo que el culto del dios incierto. El sonido era una pared esculpida por un bajo certero y una batería veloz. Por otro lado, unas guitarras misteriosas se fundían a los cantos de aquel sacerdote que rasgaba las paredes del sueño con su canto delirante.
Los primeros pasos en el abismo fueron guiados por una presentación fulminante de Non Vitam Existence. Como resultado, la audiencia levantó los cuernos; comenzó a dejarse caer en las primeras cámaras del laberinto.
El ansia carcomía la piel y el deseo de encontrarse con la diosa se aferraba a los corazones. La espera latía, pero fue sofocada por el replicar de una campana. Una amenaza fantasmal se incorporó sobre el altar; arremetió con furia como si fuese el mismo gigante Adamastor.
Repvblika se postró sobre el escenario con la soberbia de un dictador que sabe que ya tiene una guerra ganada; no obstante, no se podían permitir ninguna vacilación, así que los conjuros siguientes fueron lanzados como una espiral que engulle todo a su paso. Las guitarras fueron dagas envenenadas que se clavaron en los pensamientos más ocultos; el bajo golpeó con la sonoridad de la tormenta mientras acompañaba el huracán de tambores, que azotaban sin piedad.
Asimismo, una imponente voz incitaba al sequito de la diosa a disolverse en un mar de locura, en cual aquel bardo se posicionó como el profeta de la pesadilla y el mensajero de la decrepita tristeza. Dicho de otra manera, Repvblika quebró con magnificencia los primeros pilares de la realidad para dejar caer al público al adusto sueño.
Los murmullos se coronaron sobre las luces moribundas mientras el culto aguardaba el abrazo de la diosa. Algunos minutos pasaron y la niebla de la muerte apareció. El laberinto de pesadilla se edificó sobre el concreto, la piel y delirios. El viaje a la profundidad comenzó su clímax.
Pasajes caóticos bailaban como quimeras mientras los últimos pilares de la cordura vacilaron para caer sobre la audiencia que clamaba el nombre de su diosa. Akhlys por fin se manifestó. Cuatro sacerdotes se expusieron como el vehículo de la atroz divinidad. Como resultado, la desfigurada sonrisa cubrió a todos.
La pesadilla se derramó en forma de riffs inquietantes que eran cubiertos por el palpitar de un bajo que parecía un deseo oculto y prohibido. Disonancias alquímicas retumbaban mientras los ojos se inundaban de niebla; asimismo, obscuras imágenes oníricas eran dibujadas por la voz de Nass Alcameth.
No había vuelta atrás, todos estaban más allá de la frontera de lo real y las máscaras habían caído. La negra figura del pastor deforme aullaba indomable; el odio se sentía en cada golpe de la batería. El atroz ritual tenía en vilo a todo el culto; los atronadores himnos sumergían a la masa en el sueño que desprendía del ojo de la divinidad.
Embriagados por el pharmakon que se desprendía de las oníricas liras de los aedos de la pesadilla, el momento del sacrifico resonaba en las voces de consumación. El sueño más perturbador se desató; la carcajada final de Akhlys arrojó a todos al final del laberinto.
En suma, el show de Akhlys fue una interpretación caóticamente perfecta. Un sonido envolvente y bien definido; además, de una presencia imponente. Sin duda, una experiencia inolvidable para los afortunados asistentes de esa noche
Agradecemos a Luficer´s Business por todas las atenciones.