Sacrílega gloria: Rotting Christ en CDMX

 

Sacrílega gloria: Rotting Christ en CDMX

El trueno irrumpió en el corazón de la noche; el cielo se desgarró; lágrimas inundaron la obscuridad, el primer presagio quedó al descubierto. El 17 de febrero, el día trascurrió tatuado con el primer aviso. Sin embargo, ésa no fue la única advertencia. Ante la inevitable llegada del mesías de la podredumbre, la tierra se estremeció como prueba de su existencia.

Todo esto fue para que los discípulos acudieran al llamado de Rotting Christ, quienes se presentaron el en Circo Volador en una impía eucaristía preparada por Cacique Entertainment.

Por mi parte, comencé mi diligencia alrededor de las 5:00 de la tarde y en dentro del vientre de la tierra, sentí la breve sacudida, la cual anunció que la ceremonia sería inolvidable.

Arribé a las 6:00 al recinto; vi la serpiente negra dispuesta para ingresar al vetusto templo. Los pecadores murmuraban en la espera de la palabra del maestro. Después de observar a la congregación me adentré en el santuario. Tomé mi lugar; testifiqué como la masa ocupaba sus lugares.

El reloj avanzó y a las 7:40 el primer apóstol subió al púlpito. Nubes de sangre tiñeron la lobreguez de la roca; seguidamente, el primer sello cayó. Un sermón de furia nació de las guitarras de Horrid Sigth. Entonces el odio se alzó y el relámpago destelló. Sangre, fuego y vapor de humor. Las palabras fueron riffs de tinieblas y la letanía de una bestia se incrustó en cada ladrillo. El primer evangelio de la noche fue escrito por una mano hierro y una ejecución maniaca. La agrupación se manifestó con señorío sobre el escenario y cubiertos de vigor se llevaron los gritos de la congregación.

Seguidamente, un breve intermedio dio tregua a los prosélitos. Las filas para los licores y palabras sin destino se cruzaron en un laberinto donde todos aguardábamos por el siguiente acto. Las campanas del fin replicaron; el segundo selló fue destruido. El señor de la venganza tomó el hábito y se pronunció ante el culto. A Call For Revenge escupió huracanes desde el primer el instante; asimismo, sus guitarras como bestias encadenadas gruñeron para ser liberadas. La banda asió la lengua de profeta de la tempestad y se lanzaron sin titubeos a la flama para entregar el corazón abierto para los feligreses; sin embargo, una pésima y descuidada labor del ingeniero de audio se volvió un lastre para el profeta de la venganza. No obstante, la agrupación pudo escribir con sangre su historia en el segundo evangelio y dejar su palabra con lores en la historia de esa noche mientras que el ingeniero de audio se tatuó su piel con el signo de la mezquindad y de la incompetencia.

El gran momento reptaba entre los minutos mientras las ansias escurrían entre los segundos. Finalmente, la espera fue asesinada y los canticos anunciaron la llegada del mesías. Rotting Christ tomó con mano firme el altar y entregó a sus discípulos la hostia profana para dar inicio al titánico discurso. La multitud rugió mientras el Cristo de la desesperanza convocó a los demonios para demoler del santuario. Con el hervor del Dragón de siete cabezas las guitarras latiguearon. El sonido fue impoluto y claro.

La palabra de mesías de la podredumbre fue recibida mientras la multitud se agolpaba. El bajo y la batería hicieron tremer las entrañas del templo como si fuesen un martillo ciclópeo. Además, los cantos herméticos inundaron como una ola cada esquina del reciento. Los discípulos estaban resueltos en condesarse y rechazar una espuria salvación. De esta manera, el Cristo del crepúsculo sujetó la espada e hizo caer el rayo con cada acorde y cada golpe de tambor. Asimismo, sostuvo la corona del rey del dominio interior e hizo del verbo una guerra estelar dibujada por guitarras flamantes y ejecutadas con experticia.

El sacramento herético continuó con una energía desbordante y pasión abrasadora. Rottig Christ hizo gala de un sonido enérgico y de una entrega sincera ante su público; por otro lado, los parroquianos yacían con el corazón dichoso y embebidos ante la sangre del mesías de la confusión. Los gritos al maestro perduraron toda la noche y los helenos regresaban el gesto con riffs atronadores y una voz profética que abría las olas de carne que se removían con brutalidad.

Posteriormente, en el éxtasis del culto apareció el único mandamiento, el cual es el no servir y no someterse; así guitarras como tormentas al final de una oscura era resonaron en la noche con la misma ferocidad del Leviatán. El púlpito parecía desmoronarse y los discípulos seguían las enseñanzas del maestro como si fuesen naves que persiguen el faro en una tempestad. Asimismo, entre la danza de la luz y la obscuridad un cuervo que parecía llevar espíritus en sus alas salió de los acordes precisos del Cristo podrido.

Entre gritos y cuchicheos como si fuese la misma multitud a la que se dirigió Pilatos, el mesías de la podredumbre dejó a sus discípulos para retirarse y todo quedó en sombra; no obstante, aún faltaba el final de la plegaría, así que la banda regresó con furia excedida para dejar ex profeso el símbolo del mal en la existencia humana; por consiguiente, el templo cayó, la tierra se manchó con el último pecado y la sacrílega gloria de Rotting Christ se erigió por los siglos de los siglos.

Agradecemos todas facilidades a Cacique Entertainment y Cigarroa Medios.

 

 

 

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