Donde los hemisferios de la memoria chocan: Rush Monterey Tribute en CDMX

Donde los hemisferios de la memoria chocan: Rush Monterey Tribute en CDMX

 

El sábado 21 de septiembre, crucé el fantasma de concreto de la antigua Tenochtitlan. La tormenta hizo presencia, pero no detuvo mi avance y llegué unos minutos antes de las 8:00 pm. al Foro Puebla. Mi papel en esa noche, ser testigo del concierto de Rush Monterrey Tribute.

            Ingresé en el recinto, observé la mercancía, subí las escaleras y me encontré con la primera sorpresa, un kit de batería de Neil Peart expuesto para dar la bienvenida a los asistentes. Esto me pareció el presagio de una velada que sería memorable. Por otro lado, presté atención marcial al flujo de gente que llegaba poco a poco a la sede. Cabellos canosos y rostros delineados por las líneas del tiempo parecían ser mayoría; no obstante, cuerpos energéticos y sonrisas indiferentes de achaques también ocupó los lugares.

El altar dispuesto para rendir loores a Rush era una pintura evocadora de nostalgia, con las emblemáticas lavadoras. El reloj voló entre tres llamadas y en punto de las 9:12, hora mítica, con un lugar totalmente lleno, el espíritu de la legendaria banda tomó su sitio. La primera nota retumbó. Un recuerdo en una mirada bajo unos párpados arrugados, los siguientes sonidos junto a corazones efebos que tienen sus propias historias.

Alejandro Figueroa (baterista), Óscar Rodríguez (vocalista), Teo González (bajista), Fer Velasco (Guitarrista) y Claudio Rangel (Tecladista) con la misma pasión y maestría que Lee, Peart y Lifeson entregaron una memorabilia de temas y proyecciones de sketches (reinterpretados) a un público que se sumergió totalmente en la experiencia.

Miro gritos entre las luces danzantes y décadas sonoras en los pechos de los asistentes. La masa entre la penumbra de los reflectores era un cuerpo eléctrico rebosante de emoción. Además, atestiguo la comunión de acero entre la agrupación y la audiencia. En cada riff se entregó el alma, en cada golpe de batería se ofrendó el máximo fervor.

La noche prosiguió entre armonías laberínticas, largos corredores de notas y una voz que era una saeta en fuego. Después puedo ver claramente un circo de emociones que se revuelve en las miradas y risas sinceras mientras Rush Monterrey Tribute construye un verdadero monumento a la memoria de los canadienses. Seguidamente, los gritos de victoria se elevan y el primer acto concluye.

Al terminar la pausa, la gente vuelve a sus lugares y es recibida por un cuarteto de violines. Notas de ensueño y aplausos retumban. Hay ganas latentes de dejar los sillones y saltar; sin embargo, lo que hay son algunos movimientos sobre los asientos y cabezas que siguen el ritmo.

Los momentos de máxima emotividad no faltaron, Alejandro Figueroa dedicó una canción a su madre para agradecerle por el hombre que es. De manera posterior, las remembranzas de los placeres de las épocas más importantes de los teclados de Rush llenaron cada espacio del Foro Puebla.

Al avanzar entre las notas y compases, la batería de 360 grados de Peart hizo su entrada y Figueroa manejó a la bestia con experticia. La imagen del titánico baterista en el bombo creó la esencia de escuchar los ecos de sus sentimientos puestos en los golpes de Figueroa.

Una sensación de embriaguez se profesó, pero no era por el alcohol, sino por la música que corría por las venas. En mi mente capté sonrisas y los gestos complacidos del público. Ante este panorama, la ecuación exacta llegó y con ella aún más euforia. La sala se inundó de una legión de baterías de aire que seguían a Alejandro; asimismo, de ovaciones directas y sinceras.

El final inminente estaba por llegar y un invitado especial subió al podio para unirse a la interpretación de un himno que habla de un guerrero moderno. Kello Gónzalez se unió al poder de Rush Monterry Tribute. Gritos y gritos, siluetas trazadas en ritmos contagiosos y una satisfacción total. La banda agradeció y regaló una canción más. El último viaje fue hasta el inicio y de esa manera el final redobló entre aplausos más que merecidos.

Sin duda, Rush Moterrey Tribute hizo gala de un concierto de la más alta calidad y todos esos asistentes se fueron con un recuerdo más de la música que marcó sus vidas.

 

 

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