Carrera de devastación: pre-fiesta del MxmF

Foto de José Juan Garnica Flores
Foto de José Juan Garnica Flores

Carrera de devastación: pre-fiesta del Mxmf  Metal Fest

La cuenta regresiva para el Mxmf Metal Fest comienza y me dirijo al Circo Volador para ser partícipe de la pre-fiesta. El arribo es unos minutos antes de las 2:00 pm. Los minutos transcurren, pero el acceso no comienza. Después de 3 horas, las primeras partes del público se adentran en el vetusto inmueble. La incertidumbre está encallada en los rostros, no se sabe si habrá un recorte en el cartel debido a la hora.

Seguidamente, Herejía de Colombia sube al escenario y comienza la tertulia. La escuadra sube llena de energía para dar lo mejor de sí ante las siluetas que se acomodan. Por otro lado, el ingeniero de audio exhibe despreocupación; el sonido es opaco y mal equilibrado; no obstante, los músicos se enfrentan al mal desempeño del audio y se llevan los aplausos después de una actuación que termina en 15 minutos.

La velocidad es la línea conductora del día, los granos del reloj caen frenéticos y en un abrir y cerrar de ojos Homicide de Chile entra en escena. La labor del experto en temas sonoros no mejora y se suma que el micrófono principal no funciona; sin embargo, las tajadas vuelan y los asistentes reciben efusivos a la banda. Las cabezas se mueven, pero de nueva cuenta la actuación es muy corta. Los fanáticos piden otra canción, mas no llega la otra pieza y la carrera prosigue.

Ahora, Stay Design sube al podio para taladrar la piedra con riffs entrecortados y cargados de adrenalina. La masa crece en el vientre del recinto. Parece que el ingeniero ha puesto un poco más de estabilidad, aunque no la suficiente. El auditorio sigue al grupo y los cuernos se levantan.

De manera posterior, Douchebagz sube con pericia infecciosa y desata la brutalidad entre olores diabólicos. Los oriundos de la CDMX dan cátedra de caos y rabia; por consiguiente, los ánimos se encienden como un buen porro.

El calor repta y las frentes escurren hiel. El turno llega para Dies In The Sky. Notas potentes y un rugido dibujan los primeros ensayos del mosh. Más condenados se han sumado a la fiesta y el hambre de brutalidad mientras la banda bombardea con todo su arsenal. En este punto, la ecualización mejora un poco.

La tarde es un bólido y no hay tiempo para respirar de manera profunda. El Circo se transforma en un quirófano y Medical Negligence toma la batuta. Las entrañas del templo se abren ante el bisturí bien afilado que son las guitarras. La operación discurre y algunos cúmulos de mosh supuran ante el dolor recetado por los galenos del salvajismo. La parroquia está encendida y necesita más música.

Cronos apresura la marcha y desde la bóveda celeste Orion Rise asesina la muralla de sombra que reina con una explosión de luces y ráfagas letales. Asimismo, nace una danza de destellos interminables que se balancean al ritmo de la cólera. La muchedumbre está expectante ante la batalla de láseres y riffs fatídicos. El aplauso se alza y la noche se postra.

Una bestia rapta el escenario. Desde la primera nota, Masacre hace temblar el edificio. La leyenda colombiana toma los corazones de la masa y devuelve el tributo con una actuación asesina. La oscuridad amorfa se ve apretujada y jadeante. Muros de carne se golpean entre sí. Seguidamente, el recinto es sacudido por un eco que dice “Masacre, Masacre, Masacre…”

La noche todavía tiene algunas sorpresas, así un escuadrón de adefesios acomete con riffs pantanosos y con una fiera presencia. El auditorio se suma al festín de sangre que Unidad Trauma conduce. La metralla canta y el plomo baila. La agrupación dirige de manera efectiva la marcha del ejército rabioso que invade el Circo Volador. Para dar cierra su participación hacen que retruenen chingazos en honor a Brujería.

            El gran final emprende el inicio; Pestilence sale para dar testimonio de su retorcida verdad. Las paredes parecen caer ante la barbarie de los señores de los lamentos. El circle pit es una maldita antorcha donde se retuercen las almas de los invitados a este pandemónium. Las ovaciones son un mar que sofoca el ambiente. Los riffs de muerte despellejan los pensamientos y hacen olvidar brevemente el tedio del exordio del día. El grupo devela todos sus secretos con pasajes que martillan todo a su paso y luchan porque su euforia se anteponga a la mala praxis del ingeniero de audio. Finalmente, el nombre Pestilence es esculpido entre gritos y le emoción por el día de mañana queda en vilo.

Foto de José Juan Garnica Flores
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